Una de las tradiciones más bellas de México se vive con las mejores muestras en las islas y ribera del legendario Lago de Pátzcuaro.
Es día de la magia en el Lago de Pátzcuaro en Michoacán, México. La Noche de Muertos vuelve a esparcir los aromas de la tradición entre cánticos y rezos, millones de cirios encendidos alumbran los altares de los hogares y tumbas de los cementerios, mientras la devoción y respeto dan la mejor bienvenida a quienes se han ido, pero hoy regresan los muertos queridos.
Parte de la grandeza michoacana se atribuye al misticismo de sus tradiciones, entre las cuales El Día de Muertos es la máxima manifestación de fe entre el pueblo purépecha, que desde hace siglos se mantiene viva y con sólido esplendor, además de poseer un sitio en la lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, prestigiado reconocimiento otorgado por la Unesco.
El Lago de Pátzcuaro, escenario de lo inolvidable
Anterior a la llegada de los españoles, los purépechas decían que el lago era el lugar donde vivían los dioses azules del agua y fue el espacio elegido para fundar su reino, del cual la capital fue Pátzcuaro y posteriormente Tzintzuntzan.
La belleza de Pátzcuaro radica en que conserva su arquitectura netamente española, la belleza de su diseño hizo que el humanista Vasco de Quiroga, primer obispo del estado, soñara con convertirla en la capital de la provincia michoacana.
El lago ha sido el sustento y elemento imprescindible del paisaje, sus islas son famosas a la par con sus nativos pescadores y las peculiares redes de mariposa, mismas que en el Día de Muertos se visten con el amarillo del cempasúchitl, flor de veinte pétalos, para dar vida a la postal más enigmática y conmovedora, porque la vida de la fe se une al duelo anual por la muerte de los seres queridos que puntualmente regresan de visita.
La ofrenda de muertos en el hogar del difunto
El Día de Muertos en el Lago de Pátzcuaro huele a copal humeante recién traído del bosque, la isla de Janitzio se impregna de olores a pan recién horneado, a pescado blanco, sopa tarasca y frutos de la región cuidadosamente seleccionados. Las ofrendas reúnen a los integrantes de la familia, quienes cada año protagonizan el ritual del montaje.
En el altar destaca el papel picado de colores vivos, los finos bordados a punto de cruz que envuelven las canastas de chuspata, donde se colocan los auténticos manjares. Huele a atole de membrillo, canela o guayaba, a licores, a calabaza en tacha y a dulces tradicionales; abunda el color amarillo como representación de la pureza de las almas y se esparce el peculiar aroma de los cientos de flores de cempasúchitl.
La foto del difunto sobresale en el lugar principal, la sal y el agua le dan la bienvenida como símbolos de purificación y lo esperan todos los alimentos que en vida gustaba comer. Sus familiares rezan y recuerdan los buenos momentos que vivieron con él o con ella.
La Noche de Muertos, la velación en los cementerios
La noche es larga, pero no cuando se le rinde homenaje a los muertos amados, comienza a caer la tarde y los botes mariposa se esparcen sobre las aguas del lago, las familias van en ellos con sus trajes típicos y selecta gastronomía. Suenan las campanas de los templos que anuncian la noche de muertos, se llena el panteón de cempasúchitl y los inciensos esparcen sus fragancias entre las tumbas.
De uno a uno, miles de cirios se encienden y se multiplican al ritmo de la oscuridad, el frío cesa ante el calor que las luces producen, no hay electricidad porque las velas son capaces de crear las imágenes que han dado fama a la mágica tradición en Pátzcuaro.
Se escuchan los cantos, los rezos, la conversación de la esposa viuda con su amor presente en el momento; un llanto ligero proviene de un sepulcro donde una bella joven protege la tumba de su madre, mientras a lo lejos otra familia da la bienvenida a los suyos con un trío musical que canta emotivas pirekuas.
Michoacán, la tierra que enamora
Cierto, el Día de Muertos muestra su máxima expresión en las islas del Lago de Pátzcuaro, donde Janitzio es por excelencia la mejor referencia, sin embargo, la magia de la fecha se vive en toda la ribera: Tzintzuntzan, la primera ciudad de Michoacán ofrece un espectáculo extraordinario donde se conjugan los eventos de música y danza tradicional con el representativo juego de pelota nocturno en la zona arqueológica de las Yácatas. El cementerio es tan cautivador como en las islas.
Arocutín es otro destino para sentir la noche, así como Ihuatzio, Tzurumútaro, Napizaro, Tocuaro, Santa Fe de la Laguna, San Pedro, Cucuchucho, Oponguio y San Francisco Uricho entre otros. En todos ellos se mantienen las características comunes, abunda la comida en las ofrendas y la velación en los cementerios, actividades unidas a importantes eventos alternos como tianguis artesanales, teatro, concursos de altares monumentales, procesiones y misas especiales en los templos centenarios que abundan en los bellos pueblos.
Michoacán, potencia turística
Michoacán es poseedor del mayor número de nombramientos de la Unesco en México, entre ellos el Día de Muertos y el Canto Tradicional de la Pirekua pertenecen a la lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad; la Reserva de la Biósfera de la Mariposa Monarca al Patrimonio Natural, el Centro Histórico de Morelia al Patrimonio Cultural y la gastronomía michoacana fue la base para que la cocina mexicana fuera también declarada en 2010 como Patrimonio Inmaterial.
Michoacán posee también el primer lugar nacional de destinos catalogados como Pueblos Mágicos, grupo al que por supuesto pertenece Pátzcuaro, le sigue Tlalpujahua con la belleza de sus esferas navideñas de vidrio soplado y paisajes de montaña, Cuitzeo con su lago y el Ex Convento Agustino de Santa María Magdalena; Santa Clara del Cobre con el arte de martillar el metal y crear lo inimaginable.
En Michoacán, durante el Día de Muertos y en cualquier época del año, a donde la vista se dirija se encuentran las respuestas a porque la bella tierra es considerada “el alma de México”.