La guerra cristera es uno de los pasajes de la historia poco conocidos y sin embargo, es de gran trascendencia en el perfil de México actual.
Desde el siglo XVIII se había iniciado en la Nueva España, una persecución contra la Iglesia, primero fue el regalismo, fomentado incluso por los arzobispos Francisco de Lorenzana y Alonso Nuñez de Haro. Posteriormente durante la independencia varios grupos insurgentes mostraron apoyo a ideas de corte liberal, fomentado la creación de la república. A lo largo del siglo XIX se dio la lucha entre los liberales de filiación masónica contra los conservadores seguidores del hispanoamericanismo, defensores de la religión católica como Agustín de Ituride, Miguel Miramón, Tomás Mejía, entre otros. Al final de cuentas ganaron los liberales, imponiendo la constitución de 1857 y las leyes de Reforma.
El siglo XX sería más complicado para los católicos, ya que varias corrientes ideológicas surgidas de la Revolución Mexicana se caracterizaron por su pensamiento anticlerical, destacando el grupo sonorense que había emergido del constitucionalismo. Muestra de ello fue la versión de la constitución de 1917, que en sus artículos 3, 5, 24, 27 y 130, despojaban a la Iglesia de varios de sus derechos. Durante los gobiernos de Álvaro Obregón y en especial en el de Plutarco Elías Calles se incrementó la persecución religiosa, lo que trajo como consecuencia el descontento de la mayoría de la población.
La doctrina social de la Iglesia y su influencia en México
Tiempo antes se había concebido las ideas del papa León XIII, quien el 15 de mayo de 1891 había escrito su famosa Encíclica Rerum Novarum, en donde expuso la doctrina social de la Iglesia, buscando lograr la unión y paz de los seres humanos para alcanzar el bien común. En 1895 el periodista católico Trinidad Sánchez la dio a conocer en México y fue permeando en los miembros de la sociedad creándose sindicatos, el Partido Católico Nacional, en 1911 y al año siguiente la Acción Católica de la Juventud Mexicana, por el jesuita Bernardo Bergoend.
En 1922 fue electo papa Pío XI, quien postuló la necesidad de que los católicos dejaran la pasividad para lanzarse a la acción, idea que fue retomada en México por Anacleto González Flores. Ese mismo año se organizó el Congreso Nacional Católico Obrero organizado por el arzobispo de Guadalajara Francisco Orozco y Jiménez y el de México José Mora del Rio.
La defensa por la libertad religiosa
En el marco de los 400 años del inicio de la evangelización de México, por la llegada de los franciscanos, se realizó la bendición de la primera piedra del segundo monumento en el cerro del Cubilete. Sin embargo, lo que inició abiertamente el choque entre los católicos y el gobierno fue el cisma de La Soledad, de febrero de 1925, cuando con el apoyo de Plutarco Calles y de Morones, el patriarca Joaquín Pérez y Budar, encabezó la fundación de la Iglesia Católica Mexicana. Otro golpe fue una serie de leyes que se promulgaron en Tabasco por iniciativa de Tomás Garrido Canabal, en la que se exigía que los sacerdotes fueran de nacionalidad mexicana y estuvieran casados.
Como una respuesta se creó la Liga Nacional de la Defensa para la Libertad Religiosa y en Guadalajara, Anacleto González Flores fundó la Unión Popular. El primer obispo de Huejutla José de Jesús Manríquez y Zárate dio a conocer una carta pastoral en contra de las leyes mexicanas, razón por la cual fue aprehendido. El 16 de junio de 1926 se dio a conocer la Ley Calles, contra culto público, votos religiosos y expulsión de sacerdotes extranjeros.
La primera estrategia de los cristianos el boicot
Ante esta situación el clero mexicano decidió suspender cultos el 31 de julio de 1926, por la entrada en vigor de la ley Calles. Dos días antes en Puebla había surgido el primer mártir de esta persecución José García Farfán.
La sangre de los cristianos poco a poco fue derramada como testimonio de fe, en la fiesta de la Asunción de María de 1926 dieron su vida los Mártires de Chalchihuites: el sacerdote Luis Batiz, junto con los laicos Manuel Morales, Salvador y David Lara Puente. Lo que provocaría la insurrección en esta región.
Inicialmente se planteó como estrategia, la propuesta de Anacleto González Flores de efectuar un boicot a nivel nacional para obligar al gobierno a derogar la ley Calles. La gente se organizaba para no comprar ciertos productos y pagar impuestos; sin embargo, era difícil que todos siguieran el boicot, porque implicaba sacrificios. Anacleto por medio de su periódico Gladium motivaba a las personas a seguir adelante defendiendo la libertad religiosa.