Una vez efectuada su crítica a las concepciones de la referencia indirecta, Kripke procede a hacer su propia propuesta, la teoría causal de la referencia.
Frente a las teorías del racimo que proponían una entidad mediadora entre el nombre y el objeto designado, aunque fuera una entidad más vaga que el sentido en Frege, Kripke hace una fuerte crítica a dichas teorías defendiendo que la referencia de un nombre es de tipo directo, mediato. Tras la crítica, Kripke habrá de articular su propia propuesta.
Ya que la referencia no viene dada por una descripción ni nada parecido a un sentido que medie entre la referencia y lo referido, Kripke propone algo que llama simple y modestamente “una propuesta mejor” (a better picture) para explicar el significado de los nombres propios. Esta teoría explica el significado de los nombres propios atendiendo a la introducción de un nombre en el lenguaje y, en un segundo paso, a la forma en la que se transmite dicho nombre dentro de una comunidad lingüística.
La ‘ceremonia de bautizo’
En primer lugar, la relación inicial entre el nombre y su referencia se produce por lo que denomina la “ceremonia de bautizo”; los nombres se “pegan” al objeto que es su referencia, aunque no a sus cualidades contingentes. Esto puede hacerse de forma ostensiva o por medio de una descripción; no obstante, más adelante Kripke señala que este paso puede no darse de forma explícita e identificable, sino que puede darse por sobreentendida, por lo que más bien lo relevante es que dicha ceremonia, explícita o implícita, es el comienzo de una cadena de significados que se transmite de hablante en hablante.
El nombre, una vez establecido, se transmite culturalmente por medio de cadenas causales de comunicación. Como esta cadena requiere la intención de preservar la referencia original, ésta se puede mantener aunque cambien las descripciones que la respalden, que en todo caso pueden servir para presentar la referencia, pero no se identifican con ella.
La cadena causal del significado
La relación entre el objeto referido y el término empleado se va transmitiendo de hablante en hablante, siendo esta cadena de hablantes la que permite mantener este vínculo de significado. Un hecho relevante de esta teoría es que la atribución de la referencia a un nombre es un fenómeno social, no individual, lo cual también es un inconveniente de dicha teoría. Un defecto es que este mecanismo de transmisión no puede dar cuenta de los cambios de referencia de un nombre, con lo que en último extremo la teoría puede perder su validez como teoría semántica.
El ejemplo prototípico es el del término “Madagascar”, que originalmente designaba la costa del este de África para los marineros del Índico y que Marco Polo tomó equivocadamente como el nombre de una isla. En este caso, la cadena original del nombre queda rota por el malentendido, y las lenguas europeas usan mal el nombre, pero esto no es convincente. Este inconveniente puede subsanarse, pero a costa de admitir versiones debilitadas de la teoría causal de la referencia, que de este modo se convierte en un mero artificio teórico que en la práctica a veces no se cumple.
Algunas limitaciones de la teoría
Para terminar con esta teoría hay que señalar algunos de los defectos y limitaciones de las tesis de Kripke. La teoría de la referencia directa sofisticada que se ha visto aquí no puede dar cuenta de los elementos a los que Frege o Russell sí pueden enfrentarse, los casos de los términos sin referencia y los enunciados existenciales negativos.
Pueden aportarse soluciones como las propuestas por Donnellan, Anscombe o Devitt, pero en este caso la intención original de Kripke queda notablemente desvirtuada; en el caso de Devitt la aceptación de que los nombres tienen un sentido además de una referencia, y en el caso de Anscombe se recurre a la idea de que un nombre solamente tiene significado genuino si efectivamente existe el objeto que denota. En todo caso, salidas demasiado artificiosas.