Las Bases De La Teoría De La Referencia Directa De Kripke

Argumentos que llevan a Kripke a considerar que nombres y descripciones son categorías distintas, pues los primeros son designadores rígidos y los otros no.

Las teorías de la referencia hasta finales de los años sesenta se basaron en las de Frege y Russell. Sin embargo, una serie de trabajos desarrollados a finales de los años sesenta y principios de los setenta hechos por autores como Saul Kripke, Keith Donnellan, David Kaplan, Ruth Barcan Marcus o Hilary Putnam abrieron un nuevo enfoque en la forma de considerar cómo se da la relación entre lo referido y sus referentes.

Estas teorías, denominadas teorías de la referencia directa, en contraposición a las anteriores, que llamaron de la referencia indirecta, afirman de nuevo como Mill que la referencia de un nombre y de un término indexical es exclusivamente el objeto del mundo al que se refiere, sin mediación alguna. Ninguna descripción definida, ni siquiera una conjunción de descripciones definidas, puede dar el significado de un nombre propio. La razón es que los nombres y la mayoría de las descripciones definidas son categorías lógicas distintas.

Las nuevas teorías de la referencia directa

Para este tipo de teorías la referencia de un término no viene mediada por ningún tipo de entidad intermedia, como el sentido en Frege o la descripción de los nombres comunes en Russell, sino que corresponde simplemente a la identidad del ser cuya extensión corresponde al término.

La intensión ya no determina necesariamente la extensión, y el sentido no está solamente en la cabeza de los hablantes. El más destacado autor dentro de estas teorías es Kripke, y por ello será el estudiado en las páginas siguientes, aunque también cabría estudiar las aportaciones de Putnam al respecto, que de forma original refutan la idea fregeana de que todo sentido determina unívocamente una sola referencia.

En una serie de artículos publicados originalmente en los años setenta y publicados más tarde en el libro El nombrar y la necesidad, Kripke desarrolla una novedosa concepción sobre la referencia. Parte de la distinción entre necesidad y aprioricidad. Kripke considera que se ha asimilado erróneamente lo necesario a lo a priori, lo cual consiste en confundir lo metafísico con lo epistemológico. El que algo sea conocido a priori o a posteriori corresponde al ámbito epistemológico, distinto al metafísico que distingue entre necesidad y contingencia.

La necesidad de la identidad

Saul Kripke

Kripke desarrolla su análisis a partir de los trabajos de lógica modal propios y de los de Ruth Barcan Marcus, que establecían que toda identidad es una identidad necesaria. A partir del axioma de autoidentidad y de la identidad de los indiscernibles se deduce que si dos objetos son idénticos, lo son necesariamente.

Ya que esto parece entrar en conflicto con el hecho de que un nombre se vincula con alguna descripción de modo contingente, Kripke deduce que mientras los nombres designan al mismo objeto en todos los mundos, las descripciones no. Kripke introduce entonces los conceptos de designador rígido y designador no rígido. Un nombre es designador rígido pues se refiere al mismo individuo en todos los mundos posibles; una descripción podría corresponder a distintos individuos en distintos mundos posibles (por ejemplo, “el presidente de los USA” puede corresponder a un individuo u otro según quién gane).

Para Kripke la referencia de un nombre no viene dada por ninguna descripción, sino por la esencia íntima del sujeto, y se da de forma directa. Kripke realiza una fuerte reivindicación del esencialismo, y considera que las propiedades esenciales de las cosas, necesarias para su identidad, en oposición a los accidentes, que son contingentes, configuran la estructura profunda de las cosas, aun cuando el contenido de esta esencia es mínimo, pues se reduce básicamente a su origen o estructura profunda, y así separa la referencia de cualquier tipo de descripción.

Así se opone a ideas tales como las expresadas por las teorías del racimo, que consideraban que la referencia de un nombre, más que por una descripción única, podía darse por la disyunción de todas las descripciones aplicables a ese objeto, soslayando así el problema del mantenimiento de la identidad en distintos mundos posibles.

Argumentos sobre la rigidez de los nombres

Básicamente son de cuatro tipos:

  1. Argumento modal.
    Si un nombre tuviera una descripción o un conjunto de definiciones que lo identificase, entonces el enunciado que afirmase “N es tal” sería analítico, y por tanto verdadero necesariamente. Por ejemplo, “Cicerón es el autor de De fato” implicaría que necesariamente Cicerón escribió este libro, pero en realidad bien podría no haberlo hecho sin dejar de ser Cicerón.
  2. Argumento epistemológico.
    Si “Gödel” significara “el descubridor de la incompletitud de la aritmética”, podría darse el caso de que existiese un individuo desconocido, Schmidt, que hubiese el autentico descubridor de la misma y al que Gödel hubiese plagiado. En ese caso, el término “Gödel” se referiría a Gödel, no a Schmidt. Este argumento enfatiza que un nombre siempre se refiere a un mismo individuo aunque las creencias sobre él sean falsas.
  3. Argumento de la disponibilidad.
    Pueden usarse nombres de los cuales no se posee un conjunto de descripciones que los individualicen y sin embargo se usan sin problema. Por ejemplo, “Ramsés VII”, que se refiere a un faraón del cual simplemente se sabe que existió, sin ningún rasgo adicional que lo particularice respecto a otros faraones.
  4. Argumento semántico.
    Según una versión del mismo elaborada por Donnellan, se sabe que el nombre “Tales” designa usualmente al filósofo que postuló que el origen de todo es el agua. Sin embargo, puede suponerse que de el filósofo que enunció esta tesis no fue Tales, sino otro filósofo desconocido. En este caso, el nombre “Tales” se refiere al filósofo conocido como tal, no al filósofo desconocido. El significado del nombre y el de la definición pueden designar individuos distintos, no son equivalentes.